El hijo de un hombre rico escapa de su padre en la infancia. Por unos
cincuenta años, deambula de un lugar a otro en abyecta pobreza,
empleándose en labores serviles. Un día, en su deambular, encuentra la
mansión de su padre. El acaudalado anciano se regocija al ver nuevamente
a su hijo, dado que él quiere legarle toda su riqueza y posesiones.
El
hijo, sin embargo, no reconoce a su padre y huye, abrumado por el
esplendor de la propiedad del hombre rico. El hombre rico envía a un
mensajero para traerlo de vuelta, pero el hijo piensa que el mensajero
ha ido para arrestarlo y se desmaya por el terror. Oyendo esto, el padre
le dice al mensajero que lo libere y, más bien, envía a dos de sus
sirvientes vestidos en sucias ropas para ofrecerle al hijo un trabajo
limpiando estiércol. El hijo pobre acepta feliz este empleo en la
propiedad de su padre.
Poco después, su padre se disfraza con sucias
ropas para poder aproximarse a su hijo. Él le dice que puede trabajar
allí siempre, y que lo tratará como a su propio hijo. Por veinte años el
hijo trabaja limpiando estiércol y gradualmente va ganando confianza en
sí mismo.
El hombre rico, entonces, lo promueve, encargándole la
administración de su propiedad, y gradualmente él llega a entender todos
los asuntos del hombre rico.
Eventualmente, el hombre rico siente que
se le aproxima la muerte. Él invita a sus parientes, al rey del país, a
altos ministros, y otros, y les declara que su sirviente en realidad es
su verdadero hijo y le reconoce como su heredero.
Del Sutra del Loto.
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